Todas las piezas surgen del entrecruzamiento de líneas metálicas que interactúan entre sí creando zonas de mayor o menor densidad.
Mis esculturas prolongan las delicadezas y los saberes de la orfebrería. Aunque exceden en escala a las joyas habituales, sus superficies bruñidas atesoran la seducción que late en el corazón del ornamento. No obstante, mi vocación formal es otra. Son contundentes, íntegras y autosuficientes, y no requieren de un cuerpo al cual deban complementar o embellecer.
Esta liberación de las exigencias corporales me ha llevado como artista a explorar las formas irregulares y los principios orgánicos que provienen de la naturaleza. El imaginario de los nidos, las ramas, las telarañas o las criaturas de líneas básicas, aparece una y otra vez para introducirnos en un universo de dinámicas fluidas y estructuras elementales. Si bien es imposible olvidar la solidez de los materiales con los cuales trabajo, las figuras se presentan como etéreas, y poseen una voluntad de ligereza que pareciera desprenderse de la fuerza de la gravedad y proyectarse hacia el espacio con libertad y soltura.
